Tal y como afirma el Dr. José Luis Cidón, en su libro Toxinas Zero (súper recomendable) hoy en día tenemos entre 400 y 700 veces más cantidad de metales pesados que la generación que vivió hace 100 años. Ahí es nada.
El efecto de estos tóxicos es cumulativo y permanente y se localizan especialmente en huesos y tejido adiposo. Son altamente reactivos y generan radicales libres de forma continua, lo que provoca daños en la estructura celular.
Se sabe que el plomo, cadmio y mercurio tienen actividad cancerígena por la formación de radicales libres. Además, producen una severa alteración en la estructura de las membranas celulares. Estas se encargan de facilitar el paso de nutrientes a través de ellas hacia el interior de la célula y los desechos fuera de esta.
De este modo, la célula se incapacita para alimentarse a pesar de tener nutrientes en el medio extracelular y este a su vez se acidifica al acumular desechos que no pueden ser eliminados.
Todos sabemos que el mar tiene un nivel preocupante de metales pesados, cuanto más tiempo ha vivido el pez en el mar, más agua ha filtrado, por lo que más metales pesados ha acumulado hasta su captura. De ahí que se recomiende huir de razas grandes y decantarnos por razas pequeñas y así evitar niveles más elevados de metales pesados. Desgraciadamente no solo están en el medio marino, también los encontramos en el agua de riego, y hay alimentos con una especial capacidad para fijarlos como el arroz, las setas y los cereales.